sábado, 24 de abril de 2010

LOS SIMBOLOS DEL CERRO DE LA CABEZA



Poco podía prever el legendario pastor de Colomera, Juan Alonso Rivas, que su no menos legendario hallazgo de la noche del 11 al 12 de agosto de 1227, cuando el Reino de Jaén era un puro hervidero de enconados avances de los ejércitos de Fernando III, que aquel lugar perdido entre las sierras agrestes del norte de Jaén acabaría convertido en un lugar casi mítico, casi mágico, casi mitológico para el conjunto de esta tierra y aún de toda Andalucía Oriental.

Ese carácter «sobrenatural» del cerro del Cabezo ha sido reforzado, a lo largo de los tiempos, con una interesante colección de 'monumentos' o estatuas que refuerzan el discurso simbólico del paraje, del entorno, y que potencian la simbología religiosa y popular que contiene la propia imagen de la Virgen de la Cabeza. Así, esos elementos arquitectónicos, esculturales u ornamentales, distribuidos por todo el espacio del Santuario, constituyen un entramado de referencias simbólicas, como se ha dicho ya, pero son también un catálogo apreciable de elementos artísticos de primer orden.
Tal vez el más valioso de esos elementos esculturales o monumentales sea el antiguo Monumento a los Héroes del Santuario, rebautizado por la corrección política como 'Virgen de la Paz', que levantará González Orea allá por 1964. Pero este monumento dice tanto y tiene tanta historia, que lo apartamos si no para mejor ocasión sí para ocasión en que sea posible su estudio más detallado.

El más antiguo de los monumentos presentes hoy en día en el Santuario del Cabezo es el levantado en honor a Cervantes. Y aunque esto pueda causar sorpresa a algunos, lo cierto es que el autor de El Quijote se ha venido considerando por muchos -sin duda muy cariñosamente- como el primer cronista de la romería de la Virgen de la Cabeza. Debía conocer don Miguel estas tierras del Santo Reino, pues por ellas pasaría en su triste condición de recaudador de impuestos de la corona.

Y por ello, el profesor Luis Coronas ha defendido desde antiguo la tesis de que Cervantes estuvo presente en la romería del año de 1592. Debió quedar encantando por una celebración que ya entonces era famosa en gran parte de España, pues escribe en 'Los trabajos de Persiles y Segismunda' que se entretendrá con 'la Santa Verónica de Jaén' -el Santo Rostro-, haciendo tiempo hasta «que llegue el último domingo de abril, en cuyo día se celebra en las entrañas de Sierra Morena, a tres leguas de la ciudad de Andújar, la fiesta de nuestra Señora de la Cabeza». ¿Pero, por qué queda el quijotesco Cervantes encantado por esa romería abrileña, a finales del siglo XVI? Pues porque «es una de las fiestas que en todo lo descubierto de la tierra se celebra», afirmando que ni las mayores fiestas pueden igualarle sus excelencias. Y pasmado ante la grandiosidad de la romería, se declara incapaz de trasladar a sus lectores lo que allí se vive y se ve.
Sea cómo sea, el caso es que en 1954 el Ayuntamiento de Andújar y la Diputación de Jaén le encargan a Jacinto Higueras -ya rondado por la sombra postrera de la muerte- este monumento de homenaje a Cervantes. A este respecto, lo que resulta inexplicable es que no se encargase otro monumento para otro gigante de las letras hispánicas como es Lope de Vega, quien también hace referencia en su obra a esta romería. ¿Es tarde para levantar esa otra estatua, ese otro monumento al grandioso Félix que levantó pasiones entre el pueblo?

El pastor de Colomera.

Diez años después de inaugurado el monumento de Cervantes, como hemos dicho, en 1964, González Orea realizó el monumento a los Héroes del Santuario, inaugurado con todo fasto falangista y militar un año después. Pero ya volveremos sobre este asunto. En 1964 se inauguró también el Rosario Monumental. Este tipo de rosario no era nuevo, sin embargo, en el entorno del Cabezo y lo que hizo el nuevo fue rememorar aquél otro levantado en 1927 por iniciativa de Alcalá Venceslada, y que fue construido nada menos que por el gran Juan Luis Vasallo.
Desaparecido durante la Guerra Civil, veinticinco años después del fin de la misma y conservándose sólo la última de las placas de bronce que realizara Vasallo Parodi, se acomete la empresa de levantar un nuevo Rosario, que contará con bajorrelieves en bronce de Antonio González Orea, acompañados de los sonetos -también realizados en bronce- realizados por el también escultor Manuel López. Muy cargada de simbolismo es también la gran Cruz de forja que se encuentra al norte del Santuario: no en vano es la Cruz que remata el Vía Crucis que jalona el camino fundamental para los devotos de la Virgen de la Cabeza que asciende desde las calzadas hasta la 'antorcha', ese punto neurálgico y capital del simbolismo del Cabezo en el que -en los días grandes de las magnas celebraciones- se sitúan encendidas miles de velas que equivalen a miles de plegarias, y en el que está enterrado el Capitán Cortés.

Una década después, en 1974, el pastorcillo al que se apareció la Virgen hace muchos siglos, fue esculpido en bronce por el andujareño González Orea, tan ligado a la vida de su ciudad por tantos motivos. Acertadamente, los responsables de la cofradía matriz o del santuario, quisieron poner al pastorcillo cerca de su Virgen, y la escultura de bronce de Juan Alonso de Rivas se sitúa desde ese momento en lo alto de las escaleras que conducen a la cripta del santuario, a la sala de promesas donde tantos miles de fieles y devotos han dejado sus muestras de agradecimiento a la patrona de la tierra de Jaén.

Todo lo anterior -y a falta de que las autoridades locales o los dirigentes cofrades de Andújar decidan seguir enriqueciendo el discurso religioso e histórico ligado a la devoción a la Virgen de la Cabeza-, se remató en el Año Santo Mariano de 1988 con la erección del Arco de las Calzadas, una gran obra de granito que abre los distintos caminos que dan acceso al Santuario y que se levantó a imagen y semejanza de aquel que en el siglo XVI -¿conoció Cervantes ese viejo arco?- mandara construir el Obispo Sarmiento y que, como casi todo el Santuario, desapareció durante el asedio de los primeros meses de la Guerra Civil.

Es el arco que todos esos que no hemos ido nunca a la Romería de la Cabeza hemos visto en televisión, o en las portadas de los periódicos, cuando la Virgen baja lentamente desde la corona pedregosa del Cabezo hasta la multitud, rodeada de ojos que la miran y de niños que son levantados por sus padres como una ofrenda dirigida a tocar el manto de la Virgen.

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