lunes, 3 de mayo de 2010

Carta de un andero de María...

Estimados en Dios y en su Santa Madre, Nuestra Sra de la Cabeza:

Poco tiempo ha pasado desde que hace apenas unos días celebrábamos con toda la ilusión del mundo la singular Romería en honor para con nuestra Madre y Señora la Santísima Virgen de la Cabeza.

Todos los que nos sentimos romeros de corazón y condición, nos hemos sentido participes de todos y cada uno de los actos celebrados especialmente en éste año santo en su honor y gloría y por tanto eso es lo que nos tenemos que llevar como balance, y de alguna manera como esa recompensa que la Virgen a través del Santo Padre ha tenido a bien hacernos vivir, con concesiones tales como la Rosa de Oro, o por ejemplo en éstas breves fechas pasadas, la declaración de Nuestro Real y querido Santuario como Basílica.

Todo esto sin duda alguna es fruto del amor que tantas personas le han profesado a María Santísima a lo largo y ancho del tiempo, consecuencia ésta que no todo el mundo sabe valorar como merece. Tendemos, y hablo de las personas que no quieren saber ni conocer lo que “no comparten” para luego cuánto menos respetar, a simplificar ésta gran manifestación popular con algo primitivo o si me apuran “de fanáticos”.

Esa es la grandeza de nuestra fe, la “anormalidad” y por tanto lo “extraordinario” que vivimos todos los años cuando en olor de multitudes Nuestra Madre y Patrona desciende las calzadas de su cerro, a hombros de sus hijos venidos desde todos y cada uno de los puntos de España, para recrearse gozosa por todas las casas de sus renombradas cofradías.

No demos más importancia a quien no sabe ver el gesto anónimo, de aquél que sube de rodillas la calzada en la oscuridad de la noche en cumplimiento de una promesa, o de aquél que ante su desesperación, le pide entre llantos a la Santísima Virgen un favor o un milagro que muchas veces desafortunadamente, no tiende a darse, cuánto menos, ni en el momento ni ante nuestros ojos.

Hay quien no entiende que haya personas que son capaces de hacer cientos de kilómetros, para venir a un cerro perdido en la Sierra simplemente a eso…..porque se trata ante todo de lo mismo…es así de simple….REZAR.

La categoría humana que nos ha dado Ella desde su atalaya bendita de la sierra, nos hace estar por encima de éstos debates bizantinos que como siempre, nos llevan a lo mismo, ponernos a su altura y desde luego, dar una imagen propia de lo que no somos. Por muchos que nos duela, por mucho que nos ataquen, cada día somos más, y cada día nuestra fe es más y más esplendorosa, nuestro y vuestro sacrificio desde los respectivos pueblos y ciudades que la veneran debe de ser ese testimonio de amor y gratitud que Ella espera de nosotros, ¿Cuántas hermandades no ejercen además una labor pastoral de reinserción, y de solidaridad para con los más necesitados?, eso sólo lo sabemos quienes estamos en esta gran familia que es la Santa Madre Iglesia, la cual se nutre de lo que algunos llaman, “paganismo”, o “folclore barato”……a lo que yo respondo que bendito sea el “paganismo” o el “folclore barato”.

Benditas nuestras señas de identidad, y bendita sea nuestra fe y nuestra Romería, bendita la Patrona de Andújar y de la Diócesis de Jaén, por hacer de nosotros mejores personas y sobre todo y todas las cosas, HERMANOS.

Benditas todas y cada una de sus hermandades, bendita su COFRADÍA MATRIZ, sus romeros, sus Anderos, y su orden Trinitaria, benditos todos los que la quieren y los que la respetan o no desde su ignorancia, esa es la gran diferencia entre quienes estamos por y para Ella, y aquéllos que usan su santo nombre para darse un ratito de gloria a costa de la creencia de miles de personas.

La clase desde luego y el saber estar, la tienen siempre los mismos, es decir, los de siempre, los que a pesar de nuestras pequeñas diferencias de criterio cofrade nos vemos en torno a Ella y no hay nada en el mundo más hermoso que darse un fuerte abrazo y decir todos juntos:

VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA.
VIVA LA MORENITA.
VIVA LA MADRE DE DIOS.

Atentamente y desde el corazón de un Andero:

Pablo Mondéjar.

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