domingo, 13 de enero de 2013

Adiós a José María

Alfredo Ybarra.

No, no quiero hacerlo fácil, no quiero escribir con los cómodos recursos al uso un obituario que, para quien tiene cierto bagaje  en las tareas escribir  o ejercer de cronista, sale efectivo, con fórmulas manidas, y con un despliegue de tópicas alabanzas hacia el difunto que dejan un artículo medianamente conmovible. Los medios de comunicación y redes sociales han dejado en estos dós últimos días, una magnífica demostración de lo que José María González Jiménez ha sido y representado en Andújar y en universo que rodea la devoción a la Virgen de la Cabeza. Elocuente  y emotiva en grado superior fue la despedida durante el funeral de entierro, donde multitud de vecinos, autoridades, representantes de la sociedad iliturgitana y devotos de la Morenita dieron testimonio del afecto hacia la persona y hacia el personaje. Comencé a conocer mejor a José María hace muchos años, cuando desde la Peña de los Peregrinos me vinculó a ella como pregonero, articulista y como autor de unos versos que están en bronce a los pies del monumento al Peregrino. Precisamente fue uno de los  generadores de esos grupos apiñados de romeros que decidieron valorar, aglutinar, y promover ese maravilloso sentido peregrino de la fe a través de la primitiva senda que conduce al Cabezo. Luego tuvimos ocasión de colaborar en muchas ocasiones, siendo él copromotor de la peña Rincón del Arte, fiscal y vicepresidente de la Cofradía Matriz y luego ya como presidente de la misma. Como amigos, como presidente de la Cofradía él y yo de la Junta Rectora del Parque Natural, donde la Basílica y Santuario de la patrona de la diócesis está enclavada, hemos podido hablar en muchas ocasiones y donde he podido valorar sobradamente su andujanía, su inmensa devoción a la Morenita, su sencillez, cordialidad y entusiasmo por la Cofradía Matriz. Recuerdo varias ocasiones en que lo he visto, teniendo el cargo de la presidencia cofrade, ser el primero en los trabajos más difíciles y apurados. Noble y fiel a las instituciones que ha representado o de las que ha dependido, José María ha significado un punto de inflexión en el devenir de la Cofradía Matriz, siendo pieza clave en la transición estatutaria de la misma.  Sabía que tenía ahora unos nuevos retos en su labor, fundamentales para darle a la caza alcance. Pero esa labor  de hilar fino y saber deslindar, se la ha dejado a otros, porque él ya debía estar en el Camarín Celeste, repleto de gracia. Porque se va henchido de Dios, en la asunción infinita de la Virgen de la Cabeza. Nos deja su luz, eternamente ya, alumbrando el camino de un siempre abri,l cohetero, con su “tan, ta ran tan” eterno,  y, ese viva, que hoy yo no grito, porque dejo que José María nos lo pronuncie dentro.

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